
Existe una fuerza natural que te ayuda a conducir tu moto: No es magia
En el mundo de la moto, hay fenómenos que, podemos decir, se sienten más que se comprenden.
El concepto de movimiento en una motocicleta es un resultado físico. El gran Paco Bultó, fundador de Bultaco, lo definió como “equilibrio dinámico”. No le faltaba razón.
Pilotar una moto conlleva evidentes paradojas. En reposo, solo sobre dos ruedas, es inestable y su tendencia es a caer. En movimiento, en cambio, alcanza una gran estabilidad incluso inclinada.
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Las motos diseñadas para rodar en circuito cuentan con neumáticos especiales y arquitectura especifica. Logran superar los 60º de inclinación respecto a la vertical.

Un principio físico fundamental
El secreto radica en el denominado efecto giroscópico. Es un principio físico que, sin saberlo, está presente en cada curva, en cada cambio de dirección y en cada movimiento de la moto.
No es magia ni ciencia complicada. Es simplemente la respuesta natural de una rueda en movimiento que, al girar, genera estabilidad.
Puedes probarlo tú mismo. Coge una rueda de bicicleta por su eje con las dos manos por sus extremos y gírala. Cuando tú intentas inclinarla hacia un lado, ella sola intenta dirigirse hacia el contrario.
Si lo haces sentado en un taburete con asiento giratorio, este irá en sentido contrario de la inclinación que tú le des a la rueda. ¡Y lo hará él solito!
Cuando una motocicleta avanza, ese giro genera un momento angular que tiende a mantener la orientación del eje de la rueda. Cuanto mayor es la velocidad de rotación y el peso de la rueda, más marcado es ese efecto.

En la práctica, esto se traduce en que una moto se vuelve más estable cuanto más rápido circula. Por eso en parado o a baja velocidad, una moto parece torpe, insegura. Basta con ganar poca velocidad para que todo fluya con naturalidad.
No es solo habilidad del piloto: el efecto giroscópico también hace su trabajo.
Pero no todo es estabilidad. El mismo efecto que ayuda a mantener la dirección, asimismo opone resistencia al cambio.
Para inclinar una moto en curva hay que superar esa inercia rotacional. De ahí con los pilotos se descuelguen. Y tú lleves también tu cuerpo al interior de las curvas.

Fíjate en las imágenes frontales de la última chicane de Assen en un GP. Cuando la rueda delantera se levanta en el cambio de dirección, apunta hacia el exterior de la curva.
Es decir, mira hacia la derecha cuando la curva es de izquierdas. Es el efecto giroscópico en acción.
Tu amigo el contramanillar
Aquí entra en juego un segundo fenómeno: el "contramanillar". Aunque no lo conozcas o no hayas sido consciente de ello, lo utilizas cada vez que te subes a tu moto o scooter.
Al empujar levemente el manillar hacia la izquierda, la moto gira a la derecha, e inversamente. Esta acción, contraria al sentido común, genera una inclinación que permite tomar la curva de forma eficaz.
¿No has sido nunca consciente de ello? Pruébalo en un entorno seguro cuando estés solo. A partir de poca velocidad, lo descubrirás. Y te será de gran ayuda.

Aunque el piloto no lo razone, lo hace de forma natural desde los primeros metros. Esto permite a pilotos pequeños, como Dani Pedrosa, pilotar con soltura motos tan grandes como una MotoGP. Lo mismo tú en la calle, por ejemplo, en una maxi-Touring.
Los ingenieros lo saben bien. Por eso juegan con las masas giratorias (como cigüeñales o ruedas) para modificar el comportamiento dinámico.
Una moto deportiva buscará ruedas ligeras para reducir la resistencia al giro. Una trail, por el contrario, aceptará cierta masa extra para ganar aplomo en campo.

El efecto giroscópico no es solo una curiosidad de laboratorio. Es una pieza silenciosa del engranaje que hace posible esa sensación de control que todo motorista conoce.
No se ve, no se toca, pero está ahí, girando con cada rueda. Nos recuerda que la física también tiene su arte. O quizá prefieras llamarlo magia.
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