
Motos que soñabas en los 90: 10 mitos inolvidables que marcaron una generación
Si empezaste a montar en moto en los años 90, es muy probable que mires atrás con cierta nostalgia.
Seguro que recuerdas tus primeras motos, aquellas con las que soñabas entonces. En muchos casos acabaste cambiándolas por modelos más modernos y mejores, que nunca lograron ocupar el mismo lugar en tu memoria.
Aquí repasamos algunas de las protagonistas de los sueños adolescentes de los 90.
Con este artículo cerramos un viaje que comenzó en los años 70 y continuó por los 80. Tres décadas cruciales para los aficionados a las dos ruedas.
Son años que marcan el cambio definitivo, de la moto como simple medio de transporte barato a la moto como pasión.
También, de un mercado dominado por fabricantes españoles a un escenario plenamente internacional.
A principios de los 90, las marcas nacionales prácticamente habían desaparecido, limitadas a ciclomotores, trial y enduro.
El mercado estaba en manos de los fabricantes japoneses, mientras que BMW, KTM, Ducati o Triumph mantenían presencia en nichos concretos, sin la fuerza global que hoy tienen.
Aun así, algunas europeas supieron mantener su espacio y seguir siendo referencia.

1. Aprilia RS 125 / RS 250
A finales de los 80, Aprilia encontró un filón en las deportivas de 125 cc de dos tiempos.
Modelos como la AF1 y la Futura rivalizaban con las Gilera KZ y KK. Pero fue la llegada de la RS 125 la que hizo historia.
Con chasis de aluminio, motor Rotax y casi 30 CV, ofrecía una estética de Gran Premio en formato compacto.
Su comportamiento era intachable y las versiones de 50 cc, idénticas por fuera, conquistaron a miles de jóvenes.
En 1995, gracias a un acuerdo con Suzuki, llegó la RS 250: una bicilíndrica de casi 70 CV y comportamiento afilado, capaz de poner en aprietos a muchas tetracilíndricas de 4T.
Ligera, precisa y con estética de moto de GP. Así se convirtió en un sueño reservado a quienes querían lo más parecido a una 250 de competición para la calle que se había hecho nunca en Europa.

2. Suzuki RGV 250
La Suzuki RGV 250 fue el origen de aquella Aprilia. Inspirada en las motos de 250 cc de GP, montaba un bicilíndrico en V2 de dos tiempos. La parte ciclo de primer nivel y un peso muy contenido, lo que le daba unas prestaciones espectaculares.
En Japón y otros mercados europeos era habitual verla, pero en España su presencia fue mínima.
Y fue gracias a la Copa RGV, cuando Suzuki importó algunas unidades para aquellas carreras. Tras correr una temporada, los pilotos podían matricularlas, y así comenzaron a circular por nuestras carreteras.
Su precio era similar al de una 600, corría casi igual y frenaba mejor, aunque no ofrecía el mismo “estatus” de una moto grande.
La RGV tuvo tres generaciones. La VJ21 (finales de los 80) contaba con dos escapes laterales, llantas de 18 pulgadas y 55 CV.
En 1991 apareció la VJ22, con escapes superpuestos a la derecha, llantas de 17” y unos 64 CV, con el motor que utilizó Aprilia.
En 1997 llegó la VJ23, última y más avanzada, con un nuevo motor en V a 72º . Una auténtica joya casi desconocida en Europa, que sigue siendo una de las motos de calle más cercanas a una GP jamás fabricada.

3. Honda CBR 600
Si hay una moto que simboliza los años 90, esa es la Honda CBR600. Y más la versión CBR600 FII, conocida popularmente como “la Benetton” por su colorido carenado.
La CBR nació en 1986 para competir en un segmento dominado por las Kawasaki GPZ y GPX y pronto se ganó un hueco gracias a su equilibrio entre prestaciones y versatilidad.
La primera generación sorprendió por su chasis de tubo redondo, cuando la moda eran los perimetrales de aluminio. Y por su carrocería “Aero” de inspiración Ducati Paso, que ocultaba por completo la mecánica.
Polivalente y fácil de conducir, demostró que no hacía falta ser una RR radical para conquistar el mercado
El gran salto llegó en 1991 con la CBR600 FII. Era más ligera, con carenado abierto, colín elevado y 95 CV de potencia.
Así se erigía como una moto versátil. Era capaz de recorrer Europa cargada de equipaje, moverse con soltura en ciudad o ganar carreras en el Mundial de Supersport.
Su fiabilidad y su capacidad para adaptarse a cualquier uso la convirtieron en un icono, y hoy muchas de ellas siguen circulando y cotizando alto en el mercado de segunda mano.

4. Yamaha Jog / Aerox
La Honda CBR600 es la gran representante de las motos de los 90.Entre las pequeñas el título se lo podríamos dar a los Yamaha Jog y Yamaha Aerox. Fueron las representantes de aquel "boom" del scooter de 50 cc.
Se convirtió en el vehículo preferido de los jóvenes que soñaban con un ciclomotor automático de 50 cc. Era perfecto para moverse por la ciudad y, con unas cuantas piezas, convertirlo en un cohete de dos ruedas.
Era un mercado con modelos míticos como los Piaggio NRG , los Gilera Runner, los Peugeot Speedfight o los Aprilia SR. Los Jog y Aerox destacaban por su combinación de ligereza, diseño atractivo y enormes posibilidades de personalización.
El Jog ofrecía simplicidad y agilidad extrema, mientras que el Aerox aportaba un chasis más amplio, estética racing y versiones “Réplica” que causaban sensación.
Ambos compartían el fiable motor Minarelli, refrigerado por aire en el Jog básico y por agua en el Jog R y el Aerox, con un amplio catálogo de piezas para potenciarlos.
No solo eran protagonistas en las calles: también se veían en las parrillas de las incipientes carreras de scooters, midiéndose contra los veloces Piaggio Zip.
Para toda una generación, fueron el símbolo de libertad sobre dos ruedas. Todavía se podían conducir legalmente desde los 14 años y con muchas menos restricciones que hoy.

5. KTM GS / EXC 250
A finales de los 80, las marcas españolas estaban prácticamente desaparecidas del enduro. Las japonesas estaban centradas en modelos de motocross. Entonces KTM empezó a destacar con una gama completa de motos de campo bajo las denominaciones MX y GS.
Eran motos blancas, bien equipadas, con chasis eficaces y motores potentes, capaces de competir al más alto nivel.
Entre todas, la KTM 250 GS se convirtió en la opción ideal para quien buscaba una enduro matriculable, competitiva y fiable.
En 1991 estrenó decoración blanca y verde. Y pocos años después cambió su nombre a EXC, junto a un nuevo color naranja “calabaza” que acabaría siendo seña de identidad de la marca.
El cambio coincidió con el abandono del eslogan “Fun In Motion” y la llegada del ya mítico “Ready to Race”. Este reflejaba a la perfección su filosofía de competición.
Mientras muchas marcas históricas desaparecían o reducían su presencia, la 250 2T de KTM se mantuvo como referencia en el enduro. Era rápida, resistente y apta tanto para pilotos aficionados como para profesionales.
Ya fuera en su etapa blanca como GS o en la era naranja como EXC, esta moto austriaca se convirtió en el símbolo del enduro de los 90. También en uno de los modelos más queridos por los amantes de la especialidad.

6. Yamaha YZF-R1
En 1997, Yamaha revolucionó el mundo de las deportivas con la YZF-R1, una moto que llevó el concepto de radicalidad un paso más allá.
Con solo 175 kg, 150 CV y una distancia entre ejes de menos de 1.400 mm, ofrecía una aceleración brutal y una agilidad inédita. Era capaz de levantar la rueda delantera con facilidad y de deslizar la trasera si se abría gas sin contemplaciones.
No era una moto para todos los públicos: estaba pensada para quienes buscaban sensaciones extremas.
La R1 nació como respuesta a la tendencia iniciada por Honda con la CBR900RR Fireblade. Se apostaba por la ligereza y el par motor frente a la potencia pura de las 1000 cc de la época.
Hasta entonces, la gama deportiva de Yamaha culminaba con la Thunderace. Fue heredera de la mítica FZR1000 Exup, pero la llegada de la R1 marcó un antes y un después.
Estableció un nuevo estándar: más potencia, menos peso y una orientación 100 % deportiva.
Hoy, con la evolución de la electrónica y las ayudas al pilotaje, sus sucesoras son más controlables. Pero aquella primera R1 sigue siendo una referencia y un sueño recurrente para los amantes de las deportivas puras.

7. Honda NR 750
La Honda NR 750, presentada en 1992, es posiblemente la moto de carretera más exclusiva y avanzada que haya salido de Japón en los 90.
Fabricada por HRC en edición limitada, estaba pensada más para admirarla que para competir en prestaciones con otras deportivas.
Su estética futurista y su ingeniería única la convirtieron en objeto de deseo para coleccionistas de todo el mundo.
Su origen se remonta a finales de los 70. Honda desarrolló la NR500 de competición con un objetivo ambicioso. Nada menos que derrotar a las dominantes 2T del Mundial de 500 cc con un motor de cuatro tiempos.
Para ello ideó una tecnología inédita. Disponía de pistones ovales, cada uno con dos bielas y ocho válvulas. Así se buscaba combinar la compacidad de un V4 con las prestaciones de un V8.
El proyecto, sin embargo, fracasó en las pistas y fue sustituido por las exitosas NS y NSR de dos tiempos.
La versión de calle mantuvo ese motor de pistones ovales y lo rodeó de detalles de alta tecnología. incorporaba desde la pata de cabra carenada hasta un cristal de cuadro epecial. Estaba diseñado para no perder el enfoque visual al cambiar la mirada de la carretera a los instrumentos.
Ofrecía unas prestaciones similares a las de cualquier 750 convencional de la época. Su verdadero valor residía en la exclusividad, la ingeniería y la capacidad de hacer soñar a cualquier amante de las dos ruedas.

8. Yamaha TZR 50
La exclusiva Honda NR 750 quedaba reservada a unos pocos privilegiados. Pero para muchos adolescentes de finales de los 90, la moto de sus sueños era mucho más accesible: la Yamaha TZR 50.
Estaba pensada para quienes querían moverse a diario, ir al instituto, reunirse con amigos y, de paso, empezar a disfrutar de las primeras curvas. Esta pequeña deportiva ofrecía imagen y sensaciones de moto grande en formato de 50 cc.
Equipada con el fiable motor Minarelli AM6 y una parte ciclo sencilla pero eficaz, su diseño imitaba a las deportivas grandes de la marca. Nos referimos a las Thunderace 1000, con carenado integral, semimanillares y un asiento biplaza largo y cómodo, con asas para el pasajero.
El motor Minarelli contaba con un amplísimo catálogo de piezas de preparación. Esto la convertía en una base ideal para quienes querían exprimirla al máximo.
Así, la TZR 50 se ganó la fama de ser una auténtica deportiva a escala, polivalente, fiable y con un enorme atractivo para los jóvenes.

9. Ducati 916
La 916 marcó un antes y un después en la historia de Ducati.
La década de los 80 fue complicada. Solo las exclusivas 851 y 888 mantenían el pulso en Superbikes. La firma de Bolonia volvió a brillar gracias a un modelo que combinaba estética, ingeniería y éxito en competición.
Diseñada por Massimo Tamburini, la 916 lucía un chasis multitubular, basculante monobrazo, escapes elevados y faros estrechos, todo envuelto en una carrocería roja de líneas elegantes y compactas.
Montaba un motor bicilíndrico de ocho válvulas y 115 CV, menos potente que sus rivales, pero con un par contundente y una parte ciclo sobresaliente.
Su rendimiento en el Mundial de SBK fue inmediato, y como decía Paco Bultó, “las ventas siguen a la bandera a cuadros”.
La 916 dio origen a versiones especiales como las SP y SPS. Y evolucionó en las 996 y 998, prolongando su legado hasta la llegada de la 999 en pleno siglo XXI.
Más allá de sus cifras, quedó para siempre como un icono del diseño italiano. También como una de las Superbikes más bellas y exitosas de todos los tiempos.

10. Suzuki Burgman 400
En 1998, la Suzuki Burgman 400 rompió los límites establecidos para los scooters y se convirtió en el primer maxiscooter de gran serie en superar la barrera de los 250 cc.
Hasta entonces, lo razonable en este segmento eran motores de hasta 250 cc con unos 28 CV, transmisiones por variador y embrague centrífugo.
Suzuki decidió ir más allá. Introdujo un monocilíndrico de 400 cc, 32 CV, más de 140 km/h y capacidad para guardar dos cascos integrales bajo el asiento.
Aunque su carácter era utilitario y estaba lejos de la imagen de moto soñada, para muchos usuarios supuso un antes y un después.
Permitía desplazamientos diarios con total comodidad y la posibilidad de afrontar viajes largos por carretera sin renunciar a la practicidad de un scooter.
Su llegada inició una escalada de cilindradas y potencias que desembocó en los maxiscooters actuales.
El Burgman 400 fue el primer modelo que hizo plantearse a muchos motoristas, ya no tan jóvenes, que un scooter podía sustituir con éxito a su moto de todos los días.
Más de dos décadas después, sigue siendo un referente histórico y el pionero de una generación de scooters que hoy aún hacen soñar a muchos.
Con este repaso a las motos icónicas de los 90, ponemos el punto final a un viaje por tres décadas de historia de la moto.
De los 70 a los 90, hemos visto cómo las dos ruedas han evolucionado. Cómo cambiaron las marcas. Y, también, cómo, a pesar del paso del tiempo, siempre habrá una moto que ocupe un rincón especial en nuestros sueños.
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