
Ángel Luis Guillén, psicólogo: ‘Si esto interfiere con tu vida diaria, pide ayuda’
El experto de Psicopartner comparte 10 estrategias para un "aterrizaje suave" tras la vuelta a casa
La vuelta a la oficina tras las vacaciones puede sentirse como un muro. Se acaban los días de desconexión y aparece de golpe la rutina. Para muchos, ese cambio despierta nervios, cansancio y hasta rechazo.
No es raro sentir un nudo en el estómago solo al pensar en los correos y las tareas acumuladas. Incluso si disfrutas de tu trabajo, la transición se percibe como un shock. Sin embargo, la clave está en aprender a manejarlo con estrategias claras, según el psicólogo Ángel Luis Guillén.

El “cambio de temperatura” mental debe hacerse de manera gradual
Ángel Luis Guillén, psicólogo y director de Psicopartner, define este momento como un brusco cambio de estado. “Es como cambiar de temperatura bruscamente”, explica. Nuestro cuerpo y mente necesitan adaptarse, no rendir al máximo desde el minuto uno.
El experto recomienda planificar el regreso con antelación. Volver de vacaciones un par de días antes y ajustar horarios de sueño ayuda a recalibrar. El cerebro tarda entre una y tres semanas en recuperar sus ritmos internos.
Ante la montaña de tareas, el experto aconseja empezar por lo más simple. Resolver primero lo urgente genera sensación de control. Esa energía inicial permite afrontar después los proyectos más complejos.
Aceptar que los primeros días serán menos productivos es fundamental. “No es un fracaso, sino parte del proceso de adaptación”, señala. Quitar esa presión reduce el riesgo de estrés.

Diez claves para un aterrizaje suave
Organizar el espacio físico es otro paso esencial. Ordenar el escritorio y el correo electrónico ayuda a reducir la sensación de caos mental. Un entorno despejado impacta directamente en el estado emocional.
El psicólogo insiste en proteger los descansos. “Pasar de cero a cien es la receta perfecta para el colapso”, advierte. Pausas cortas y reales durante el día actúan como un freno al agotamiento.
Mantener hábitos de vacaciones, aunque adaptados, también es clave. Si caminabas una hora, hazlo 15 minutos y si leías cada tarde, dedica unos minutos antes de dormir. La constancia es más importante que la intensidad.
Compartir recuerdos positivos desde la gratitud favorece un ambiente optimista. El riesgo está en convertirlos en quejas, lo que incrementa el desánimo. Recordar con enfoque agradecido refuerza el bienestar.

Mirar hacia adelante con pequeñas metas personales o profesionales también ayuda. Un curso, un nuevo hobby o un proyecto motivador dan propósito. Ese impulso contrarresta la nostalgia vacacional.
La última clave es saber poner límites. Si el bajón dura más de tres semanas y “[si]afecta a la vida diaria, hay que pedir ayuda”, señala el experto. “Ese es el momento de consultar con un profesional”, subraya Guillén.
El mensaje del experto es claro: la vuelta al trabajo no tiene por qué ser una tortura. Con un “aterrizaje suave” y estrategias prácticas, el cerebro se adapta. Y si la situación se prolonga, la ayuda psicológica es el paso más sensato.
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